
Durante 32 años, el escritor Elmore Leonard tuvo un lujo que yo, hasta hace un año, no he podido permitirme.
El suyo se llamaba Gregg Sutter, el mío, low cost, eso sí, Claude.
Leonard, por si no lo ubicas, fue el maestro de la novela negra norteamericana. El «Dickens de Detroit», le llamaban. Quizás le conozcas por las adaptaciones de sus novelas al cine: Get Shorty, Jackie Brown (que Tarantino hizo de su novela Rum Punch), Out of Sight con Clooney, o la serie Justified. Diálogos que suenan a verdad y personajes que huelen a sudor. Murió en 2013 dejando una obra que sigue siendo referencia.
Y durante tres décadas tuvo a Sutter como su «hombre de campo». Mientras él escribía en su casita de Detroit, Sutter se iba a Cuba a documentar localizaciones, se infiltraba con detectives en Atlantic City, o perseguía a un tío de Louisiana que se tiraba desde 24 metros a una piscina diminuta. Todo para que Leonard pudiera escribir una frase verosímil sobre cómo suena el acento de un preso de Luisiana o cómo huele una comisaría de Miami a las 3 de la mañana.
Sutter lo llamaba «preparar un gran banquete de datos». Reunía montañas de información sin saber exactamente qué acabaría usando Leonard. Grababa entrevistas, sacaba fotos, recopilaba jerga policial, visitaba antros variados. Leonard picoteaba de ese banquete y convertía los datos en diálogo.
Yo no tengo un Gregg Sutter.
Ni presupuesto para uno, que ya me gustaría.
Pero tengo algo, no voy a decir que parecido, pero que me hace sentirme un poco más cerca de Leonard, al menos en cuanto a intendencia, algo es algo.
La IA no va a escribir mi novela ni mis campañas (y si lo hace, probablemente no valen la pena). Pero puede hacer el trabajo de campo: reunir contexto, verificar datos, buscar referencias, ese «banquete de datos» del que luego yo escojo lo que necesito.
¿Necesito saber cómo funciona un proceso técnico específico? ¿Cómo suena el lenguaje de un sector que no conozco? ¿Qué detalles harían creíble una escena? Claude me da eso en segundos. No perfecto, no siempre acertado, pero sí un punto de partida decente que luego verifico y refino.
El valor no está en que la IA «escriba por ti» (cosa que, por cierto, ya hacían los negros de Dumas, incluso los negros de los negros de Dumas). Está en que te devuelva tiempo para hacer lo que realmente importa: transformar datos en historias, información en copy que funcione, hechos en escenas que respiren.
Sutter viajaba por el mundo para que Leonard pudiera quedarse en su escritorio escribiendo. La IA no viaja (todavía), pero sí me permite quedarme donde importa: en el trabajo creativo real.
Lo demás es logística. Y la logística, ahora mismo, está a 21,78 € la versión Pro.
P.D. Las memorias de Gregg, «Mataría por tener tu trabajo: Consiguiendo lo que Elmore Leonard necesita», se publicarán próximamente. mientras, puedes echar un vistazo a su goloso Substack.