Turismo y lecciones sobre migración. «La piel quemada»

(Josep María Forn, 1967)

Cada vez estoy más centrado (bueno, centrado es una manera de llamarlo) en conectar todas esas cosas que me gustan. Trabajando en un proceso de búsqueda de narrativas no puedo dejar de bucear en los orígenes, en el pasado para entender el presente, más allá de informes y tablas.

Libros y películas ambientados en la época, en el lugar, antropología visual.

Me ayudan a entender el contexto, en este caso el del desarrollo turístico de Catalunya hasta llegar a la sobreexplotación de algunos destinos, a cómo nos ven desde fuera, a esa turismofobia provocada a fuerza de buscar el crecimiento como razón de ser.

De Spanish Show de Manegat ya he hablado, libro “fundacional” del turismo en la Costa Brava y en España.

El otro día encontré en FILMIN una joya olvidada, y me fliparon muchas cosas, entre ellas su contemporaneidad. Forn, figura central del cine nacional, construye un relato que va más allá del neorrealismo clásico (o catalán, del que él se dice creador), incorporando elementos de la nouvelle vague europea, denuncia social con una sofisticación formal más que notable (toma gafapastismo versión Cashiers du cinéma).

Un montaje paralelo magistral: mientras José trabaja en las obras de un naciente Lloret de Mar, su familia viaja desde Guadix para reunirse con él. Dos mundos, dos ritmos, dos realidades que convergen en 24 horas intensas. Y una metáfora perfecta de los desequilibrios territoriales de la España desarrollista.

Porque, en los años 70, alrededor de un millón de andaluces vivía en «la novena provincia andaluza». Hoy sus hijos, sus nietos, son catalanes. Y, también hoy, son rumanos, senegaleses, latinoamericanos… quienes llegan buscando lo mismo que José: trabajo, futuro, dignidad. El desarrollismo turístico que arrancaba en los 60 y necesitaba mano de obra hoy sigue buscándola para mantener la máquina en marcha.

Y ahí, en la tramoya de ese paraíso en construcción, se cruza la piel cangrejera de quienes vienen a broncearse, símbolo de placer, de vacaciones, de estatus con la piel curtida generación a generación, cosecha a cosecha, de esos trabajadores que, huyendo de señoritos y caciques, construyen a destajo hoteles y apartamentos turísticos. Y, en el medio, unos locales que saben que necesitan esa mano de obra y esa fuente de ingresos mientras a unos los miran por encima del hombro y a las otras a través de la punta de una polla de macho hispánico.

Un western sociológico, una epopeya sobre un mundo en construcción donde inmigrantes, turistas y locales forman un ecosistema con un equilibrio precario.

La piel quemada tiene mucho de esas marcas, visibles e invisibles, que dejan la exclusión y la explotación. Porque el desarrollo económico sin inclusión social genera fracturas profundas. El boom turístico español se construyó sobre las espaldas de los migrantes de ayer, como el actual se sostiene sobre los de hoy.

¿Hemos aprendido algo?

FILMAFFINITY